Al final te acostumbras a levantarte unos minutos antes que suene el despertador, y te preguntas ¿es domingo o es lunes? Son esos días en los que estás perdida y no sabes en qué día vives.
De pronto, miras la agenda y te das cuenta que estás en mitad de Noviembre, un mes frío que de repente ha aparecido sin más. Hace nada estaba en Agosto, acabando de disfrutar los últimos días de vacaciones que tenía por delante.
Aquí estamos, casi en Diciembre y sin creérmelo aún. Pasan los días, pasan las horas y te das cuenta que lo que te falta es tiempo. A veces haces demasiadas cosas que ocupan tu tiempo de tal manera que te quedas sin él. Ese bien tan preciado que escasea en nuestras vidas.
Sin embargo, no te queda otra, que acabar viendo como pasan los días y acostumbrarte a ese agridulce ajetreo de cada día. Hay días que necesitas un respiro, un abrazo, un descanso y un abrazo, o cómo quieras, un abrazo con descanso. Son esos días que necesitas, pero que nunca aparecen o a lo mejor son tan pocos que a penas los notas.
Te das cuenta que echas de menos los viejos tiempos, aquellos en los que te sobraba el tiempo. Pero te das cuenta, que a medida que avanzan los años, cada vez es menos tiempo el que tienes.
¿Qué duro parece todo, verdad? Al final, nos acostumbramos a ello, a vivir del ajetreo y a disfrutar los efímeros momentos que tenemos para despejarnos, relajarnos y "vivir", aunque no sé si realmente se podría calificar como vivir, pero sí como "disfrutar el poco tiempo que tenemos para vivir"...